Historias de municipales
Héctor Baigorria: “Este trabajo depende de las ganas y el compromiso”
Trabaja en el municipio desde hace 28 años y hace varios es el barrendero de la calle Moreno.
Cada mañana recorre una de las arterias más transitadas de la ciudad con un escobillón con cerdas aceradas y un carro. Sus principales enemigos son: la lluvia, el viento y el calor y, sin embargo, aprendió “las mañas” del oficio y no reniega si un día “las cosas salen mal” por culpa de estos sucesos inmanejables para cualquier ser humano.
Héctor Baigorria, está cerca de los 60 años, y desde la intendencia de Luis Emilio Romano se presenta cada mañana en el Corralón Municipal para ponerse al servicio del pueblo.
Durante su trayectoria fue recolector de residuos y recuerda, con un dejo de nostalgia, las épocas en donde había que descargar una y otra vez el camión porque no existía la compactadora o cuando había que sacar las bolsas de adentro los tachos de 200 litros, cortados por la mitad, que se colocaban como cestos comunitarios en los barrios. “Había que limpiar todo a pala si algo se caía”, asegura.
También realizó viajes para buscar mercaderías a distintas ciudades y reconoce que las tareas “no eran tan fáciles” porque había menos maquinarias y todo era “como manual”.
De hecho, reflota en su memoria que realizó trabajos de entubamiento de distintos canales y todo era sin maquinaria, “con el agua a la cintura y metidos en el barro”.
“He hecho un poco de todo y el tiempo pasa y las cosas se ponen más fáciles”, analiza.
Una sola cosa reconoce: “ayudaba mucho cuando estaba la barredora…pero a veces las máquinas dejan de andar”. Y enseguida se pone a analizar el trabajo de un barrendero. Aquí el viento es un factor fundamental y mantener limpia una cuadra en otoño, con las caídas de las hojas, puede demandarle casi media mañana.
Sin embargo, asegura que le gusta más el invierno porque está acostumbrado de chico a sobrellevarlo: “Vengo del campo, de nutrear y ahí sí hay “señores inviernos”, por lo que uno está acostumbrado al frío”.
“No estoy hecho una pinturita pero todavía me banco los veranos”, responde enseguida al tiempo que su cuerpo ya siente el calor de la temporada de altas temperaturas que recién comenzó.
En total, calcula, un barrendero puede mantener limpias unas 12 cuadras de ambas manos por mañana.
Como si fuera un gradecido todo el tiempo por lo vivido, y con algo de experiencia, siempre destaca lo bueno de todas las personas, de los jefes, los vecinos y los compañeros.
Explica que jamás tuvo un entredicho y se mantiene al margen de la política porque –dice- “No entiendo nada”.
Como consejo a la juventud, tanto sea en el área municipal como en cualquier aspecto de la vida, pide que haya compromiso y ganas a la hora de trabajar. “Hay que ser respetuosos y cumplir; que es lo primero que me enseñaron”, indica.
Por último, prometió seguir con su noble tarea mientras espera el beneficio de la jubilación.
Héctor Baigorria, está cerca de los 60 años, y desde la intendencia de Luis Emilio Romano se presenta cada mañana en el Corralón Municipal para ponerse al servicio del pueblo.
Durante su trayectoria fue recolector de residuos y recuerda, con un dejo de nostalgia, las épocas en donde había que descargar una y otra vez el camión porque no existía la compactadora o cuando había que sacar las bolsas de adentro los tachos de 200 litros, cortados por la mitad, que se colocaban como cestos comunitarios en los barrios. “Había que limpiar todo a pala si algo se caía”, asegura.
También realizó viajes para buscar mercaderías a distintas ciudades y reconoce que las tareas “no eran tan fáciles” porque había menos maquinarias y todo era “como manual”.
De hecho, reflota en su memoria que realizó trabajos de entubamiento de distintos canales y todo era sin maquinaria, “con el agua a la cintura y metidos en el barro”.
“He hecho un poco de todo y el tiempo pasa y las cosas se ponen más fáciles”, analiza.
Una sola cosa reconoce: “ayudaba mucho cuando estaba la barredora…pero a veces las máquinas dejan de andar”. Y enseguida se pone a analizar el trabajo de un barrendero. Aquí el viento es un factor fundamental y mantener limpia una cuadra en otoño, con las caídas de las hojas, puede demandarle casi media mañana.
Sin embargo, asegura que le gusta más el invierno porque está acostumbrado de chico a sobrellevarlo: “Vengo del campo, de nutrear y ahí sí hay “señores inviernos”, por lo que uno está acostumbrado al frío”.
“No estoy hecho una pinturita pero todavía me banco los veranos”, responde enseguida al tiempo que su cuerpo ya siente el calor de la temporada de altas temperaturas que recién comenzó.
En total, calcula, un barrendero puede mantener limpias unas 12 cuadras de ambas manos por mañana.
Como si fuera un gradecido todo el tiempo por lo vivido, y con algo de experiencia, siempre destaca lo bueno de todas las personas, de los jefes, los vecinos y los compañeros.
Explica que jamás tuvo un entredicho y se mantiene al margen de la política porque –dice- “No entiendo nada”.
Como consejo a la juventud, tanto sea en el área municipal como en cualquier aspecto de la vida, pide que haya compromiso y ganas a la hora de trabajar. “Hay que ser respetuosos y cumplir; que es lo primero que me enseñaron”, indica.
Por último, prometió seguir con su noble tarea mientras espera el beneficio de la jubilación.