Luis Juárez y su incansable trabajo para fomentar huertas en Madariaga
Recientemente jubilado trabaja en un programa de Huertas Municipales. 46 años de su vida dedicó al INTA. Educó a través de charlas y programas radiales.
Cosechó la cultura del trabajo y el esfuerzo en varias generaciones, contagió la premisa que cada persona puede producir sus propios alimentos en el patio de casa y trabaja incansablemente para inculcar el valor fundamental de producir más allá del dinero, la capacidad o la edad. Así podríamos resumir una parte de la vida de Luis Juárez un vecino de Madariaga que trabajó durante 46 años en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y que recientemente se jubiló.
Su cargo administrativo y su interés por profesionalizarse lo llevó, hace 28 años, a ingresar en el primer taller de un incipiente programa llamado Pro-Huerta. Era para ingenieros o técnicos pero, a pesar de no contar con estos títulos o categorías, sus superiores igualmente lo dejaron participar y viajar a Buenos Aires. “Era una respuesta del INTA al gobierno para solucionar el problema de hambre en núcleos urbanos grandes como Rosario, Córdoba o Buenos Aires y para demostrar que la gente puede producir”; recuerda Luis mientras dialoga con División Prensa.
La experiencia le sirvió para ser implantada en Madariaga y allí comenzó su peregrinaje por los barrios y medios de comunicación. Aquella práctica de abuelos podía ser desarrollada de más joven e, inclusive, comercializarse. “Cuando lo traje yo recuerdo que iba en bicicleta repartiendo semillas por los barrios” pero la falta de interés lo llevó a reformular la propuesta y acercársela a los colegios de los barrios Quintanilla, San Martín y Belgrano para invertir el incentivo y arrancar desde los más chicos hacia arriba.
“Los pibes se enganchaban y de apoco aparecieron más de una treintena de huertas en esos barrios. Hubo mucho apoyo de las radios locales y de los intendentes. Con Marita De La Cruz hicimos el curso de huerta radial para poder llegar al campo y en las escuelas rurales las maestras sintonizaban el segmento y lo compartían con los alumnos. Con el paso de los meses aparecieron 80 huertas y cada tanto las visitaba”, rememora.
Las expectativas se superaban mes a mes y ese asesoramiento y reparto de semillas se transformaba en visitas cotidianas y ayuda en los tratamientos que requerían algunas huertas. Cada simple semilla llevaba al nacimiento de una relación y al comienzo de una amistad entre Juárez y los huerteros.
La exigencia y el progreso llevó a que se repartieran y plantaran frutales y, en el momento de mayor alcance, el partido llegó a tener 650 huertas familiares.
“Rescato siempre a la gente que conocí”, remarca mientras recuerda anécdotas de diferentes encuentros o talleres del programa que realizó en José C. Paz; en donde se alojó en un convento de monjas y planteó la posibilidad de darle propina a una persona que limpiaba los baños sin saber que era un ingeniero muy reconocido del INTA que lo hacía por simpleza y orden, o cuando viajó a Berazategui y un equipo de filmación llegó para grabar la huerta más angosta y larga que se levantaba en unos de los laterales de las vías del ferrocarril Roca por ser esos terrenos los únicos no inundables de una zona de bajos recursos.
Las huertas en Madariaga a futuro
La jubilación llegó y así como el INTA despidió a un destacado trabajador las intenciones de fomentar la horticultura continúan intactas. Por eso, el intendente Esteban Santoro le planteó la idea de crear y fomentar un programa de huertas municipales y la respuesta fue afirmativa desde el primer momento.
Hoy Luis arma invernáculos en su casa junto a sus nietos que estudian en la Escuela Agraria y da los detalles finales del programa que le encomendó el municipio. Desde hace un mes ya trabaja en una huerta en el hogar de ancianos municipal que tendrá unos 100 metros cuadrados y servirá como vidriera y modelo del programa que se trasladará a algunos establecimientos escolares. “Queremos replicar un modelo familiar para que la gente vea como se trabaja”, sostiene.
Además se transformará como un lugar de esparcimiento para los abuelos quienes podrán sentarse a observar, opinar o, si pudieran, ayudar en el mantenimiento del sitio.
Toda la labor llegará a las escuelas y se planteará el armado y cuidado de ellas dentro de los establecimientos.
Su cargo administrativo y su interés por profesionalizarse lo llevó, hace 28 años, a ingresar en el primer taller de un incipiente programa llamado Pro-Huerta. Era para ingenieros o técnicos pero, a pesar de no contar con estos títulos o categorías, sus superiores igualmente lo dejaron participar y viajar a Buenos Aires. “Era una respuesta del INTA al gobierno para solucionar el problema de hambre en núcleos urbanos grandes como Rosario, Córdoba o Buenos Aires y para demostrar que la gente puede producir”; recuerda Luis mientras dialoga con División Prensa.
La experiencia le sirvió para ser implantada en Madariaga y allí comenzó su peregrinaje por los barrios y medios de comunicación. Aquella práctica de abuelos podía ser desarrollada de más joven e, inclusive, comercializarse. “Cuando lo traje yo recuerdo que iba en bicicleta repartiendo semillas por los barrios” pero la falta de interés lo llevó a reformular la propuesta y acercársela a los colegios de los barrios Quintanilla, San Martín y Belgrano para invertir el incentivo y arrancar desde los más chicos hacia arriba.
“Los pibes se enganchaban y de apoco aparecieron más de una treintena de huertas en esos barrios. Hubo mucho apoyo de las radios locales y de los intendentes. Con Marita De La Cruz hicimos el curso de huerta radial para poder llegar al campo y en las escuelas rurales las maestras sintonizaban el segmento y lo compartían con los alumnos. Con el paso de los meses aparecieron 80 huertas y cada tanto las visitaba”, rememora.
Las expectativas se superaban mes a mes y ese asesoramiento y reparto de semillas se transformaba en visitas cotidianas y ayuda en los tratamientos que requerían algunas huertas. Cada simple semilla llevaba al nacimiento de una relación y al comienzo de una amistad entre Juárez y los huerteros.
La exigencia y el progreso llevó a que se repartieran y plantaran frutales y, en el momento de mayor alcance, el partido llegó a tener 650 huertas familiares.
“Rescato siempre a la gente que conocí”, remarca mientras recuerda anécdotas de diferentes encuentros o talleres del programa que realizó en José C. Paz; en donde se alojó en un convento de monjas y planteó la posibilidad de darle propina a una persona que limpiaba los baños sin saber que era un ingeniero muy reconocido del INTA que lo hacía por simpleza y orden, o cuando viajó a Berazategui y un equipo de filmación llegó para grabar la huerta más angosta y larga que se levantaba en unos de los laterales de las vías del ferrocarril Roca por ser esos terrenos los únicos no inundables de una zona de bajos recursos.
Las huertas en Madariaga a futuro
La jubilación llegó y así como el INTA despidió a un destacado trabajador las intenciones de fomentar la horticultura continúan intactas. Por eso, el intendente Esteban Santoro le planteó la idea de crear y fomentar un programa de huertas municipales y la respuesta fue afirmativa desde el primer momento.
Hoy Luis arma invernáculos en su casa junto a sus nietos que estudian en la Escuela Agraria y da los detalles finales del programa que le encomendó el municipio. Desde hace un mes ya trabaja en una huerta en el hogar de ancianos municipal que tendrá unos 100 metros cuadrados y servirá como vidriera y modelo del programa que se trasladará a algunos establecimientos escolares. “Queremos replicar un modelo familiar para que la gente vea como se trabaja”, sostiene.
Además se transformará como un lugar de esparcimiento para los abuelos quienes podrán sentarse a observar, opinar o, si pudieran, ayudar en el mantenimiento del sitio.
Toda la labor llegará a las escuelas y se planteará el armado y cuidado de ellas dentro de los establecimientos.